La destacada poeta colombiana Piedad Bonnett ha sido galardonada con el XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, uno de los reconocimientos más prestigiosos en el ámbito de la literatura en lengua española y portuguesa. Este premio es otorgado conjuntamente por la Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional, y su concesión fue anunciada recientemente por los organizadores del galardón.
Piedad Bonnett, nacida en Amalfi, Antioquia, en 1951, es una figura prominente en el panorama literario de Colombia y América Latina. Su obra se caracteriza por una profunda exploración de temas como el amor, la muerte, la soledad y la memoria, todo ello plasmado en un lenguaje íntimo y conmovedor. Bonnett ha publicado numerosos libros de poesía, entre ellos «De círculo y ceniza», «El hilo de los días», «Explicaciones no pedidas» y «Los habitados».El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana reconoce la trayectoria poética de autores vivos que, con el valor de su obra, han aportado significativamente al patrimonio cultural de Iberoamérica y España. La distinción no solo celebra la calidad literaria de los galardonados, sino también su capacidad para mantener viva la tradición poética y su influencia en las nuevas generaciones.
El jurado del premio destacó la originalidad y la hondura de la poesía de Bonnett, subrayando su habilidad para combinar lo cotidiano con lo trascendental, lo personal con lo universal. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha recibido múltiples premios y reconocimientos a lo largo de su carrera, consolidándola como una de las voces más importantes de la literatura contemporánea en español.
El Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana se une a la larga lista de reconocimientos que ha recibido Piedad Bonnett, reafirmando su lugar como una de las grandes poetas de nuestro tiempo
Bogotá
I
Aquí voy yo, sin metas y sin rumbos, odiándome en tu esquina sin sorpresas, en el mezquino barrio donde habito,
en el precario verde que embellece
tu triste fealdad de puta vieja.
Ciudad hecha de trucos y de azares, inconsciente juego de escondrijos. Necesito inventarte, recorrerte, encontrarme en tus calles innombradas; mirarme en la nostalgia de un postigo que a la rudeza de tu luz se cierra; enredarme en tus noches pederastas,
en el temblor de todas tus mañanas.
Pero te siento ajena y enemiga,
y yo sin asideros, yo perdida
y para siempre sola en tus entrañas.
II
En el pálido verdor de cabeza encerada. En cien mujeres que amamantan a las puertas de un hospital.
En la ventana de me pertenece
por haberla soñado antes de verla.
En esta luna recia y barrigona que solapadamente se escabulle,
en tus custodias y tus incensarios,
en la parálisis de tus letrinas,
en el patio de ropas extendidas
que desde mi balcón yo veo hundirse donde un hombre cansado grita ¡perra!
En ti me reconozco, reconozco mis días
y mis incertidumbres,
y mis precariedades,
y ese algodón de dulce que llaman alegría,
y los días futuros (que quizá existan). Mosaico de zaguanes y de tardes rosadas,
y de calles mezquinas que exhiben sus colores,
ávida y estruendosa
con las fauces heridas.